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Taller Creativo Muysca

Un acercamiento a la historia del punto «smock» o punto nido de abeja

Fue la inspiración artística de las mujeres inglesas la que llevó a la "invención" de este tipo de bordado hecho directamente sobre los frunces y no sobre el tejido, obteniendo así unos resultados muy prácticos y decorativos.

Para esta entrada tengo que agradecer infinitamente la colaboración de mi amiga Elena F. Serrano, poetisa, escritora, traductora y gran entusiasta de mis proyectos.

El llamado punto smock (o punto nido de abeja) no es una invención del siglo XX. El origen lo encontramos en el smock-frock o blusón, una prenda exterior que tradicionalmente llevaban los trabajadores rurales, especialmente los pastores y los carreteros en algunas partes de Inglaterra y Gales durante el siglo XVIII, encima de la demás vestimenta. Era muy amplio para permitir los movimientos. En la actualidad, la palabra smock se refiere a una prenda suelta que se usa para proteger la ropa; por ejemplo, la de un pintor.

Dante Gabriel Rossetti, Encontrada, 1865-1869, Museo de Arte de Delaware. Observen el punto nido de abeja de las mangas y el canesú debajo del cuello.

El blusón tradicional estaba realizado en lino o lana gruesa y variaba de longitud, que podía ir desde el muslo a mitad de la pantorrilla. Los bordados que lo adornaban tenían la particularidad de ajustarse a la silueta, pero dejando cierta elasticidad. Se realizaban especialmente sobre el canesú de la espalda, de la parte delantera y en las mangas. Los puntos y motivos variaban de una región a otra y se transmitían de generación en generación.

Campesinos ingleses del siglo XIX.

Fue la inspiración artística de las mujeres inglesas la que llevó a la «creación» de este tipo de bordado, que se hace directamente sobre los frunces y no sobre el tejido, obteniendo así unos resultados muy prácticos y decorativos. Desde Inglaterra este punto se introdujo en los usos de todos los países, empezando por Normandía hasta extenderse a toda Europa.

En 1880, una ilustradora de libros infantiles tuvo la idea de recuperar esta técnica para los vestidos de niñas. Así, el nombre de la blusa campesina y masculina pasó a ser el del bordado que, desde hace más de cien años, adorna los vestidos de las niñas.

Izquierda: imagen de La Mode illustrée publicada el 22 de marzo de 1896. Derecha: Auguste Renoir, Familia del artista, Pierre y Jean Renoir, 1896.

La historiadora de la moda Alison Toplis lleva años investigando estas prendas y el bordado y, recientemente, ha publicado un libro titulado The Hidden History of the Smock Frock [La historia desconocida del smock frock]. «Como historiadora, lo que me apasiona es investigar sobre la ropa que llevaba la gente común», explica. Además, al contrario de lo que suele suceder con las prendas de los obreros y la gente del campo, que suelen estar ausentes de los archivos de moda porque no hubo interés en conservarlas, existen suficientes blusones con fruncidos en los museos británicos.

Para la cubierta de su libro, Toplis eligió la foto de Arthur Smith, un joven que en 1872 robó un conejo y posó para la foto de la policía con un blusón con fruncidos en la pechera. La historiadora dice que «quería resaltar esa idea para nada romántica del smock, que en realidad era una prenda utilizada por la gente común a diario y que a veces estaba mal hecha […], porque había sido confeccionada a gran velocidad por mujeres que recibían un precio muy bajo por ellas”.

En el libro cuenta historias relacionadas con esta prenda, «hechos ordinarios de hombres trabajadores, cosas que normalmente están ausentes de los archivos históricos. Por ejemplo, había hombres que, después de cobrar el jornal, iban al pueblo de al lado a beber con amigos y, de paso, se compraban un blusón. Y lo sabemos porque a veces acababan en los juzgados debido a los altercados provocados por el consumo de alcohol». También relata los altercados conocidos como «Rebecca riots», unos altercados que sucedieron en 1843 en Gales, cuando una protesta por el pago de peajes en las carreteras rurales –de ahí el nombre de Rebeca, puesto que en el Génesis se habla de «conquistar las puertas de sus enemigo»– se convirtió en un motín general en protesta por las condiciones de pobreza de la gente del campo. Los manifestantes se hacían indistinguibles a la policía vistiendo sus smocks.

Estos portadores originarios del smock aparecen en cuadros de principios del siglo XIX, en postales que ensalzan la vida rural inglesa y en algunas de las primeras fotografías.

Como explica Toplis en su libro, este traspaso de lo rústico y masculino a lo delicado y femenino tuvo lugar alrededor de 1880 cuando, por un lado, los hombres de clase trabajadora abandonaron las batas por los pantalones y chaquetas de manufactura industrial y, por el otro, los llamados dress reformers [los reformadores de la vestimenta] se enamoraron de estas prendas, que fueron adoptadas por la bohemia y por los apóstoles del dandismo como Oscar Wilde, que en los trajes sencillos de los trabajadores de Londres veía la pureza que no encontraba en las ropas de la burguesía.

El movimiento Arts and Crafts que, a mediados del siglo XIX, tenía un fuerte componente de reacción anti-industrial y buscaba valorar los oficios y la artesanía, también vio en los blusones campesinos y en el nido de abeja una especie de pureza original. Se les confería a esas prendas, además de comodidad, cierta altura moral, como si entre sus frunces pudieran encontrarse la dignidad del trabajo y la sencillez de la vida del campo.

«La actriz victoriana Ellen Terry era una fanática de este estilo», explica Toplis. Según cuenta la autora, en 1897 la actriz estaba representando una obra en el Lyceum de Londres cuando se tomó unas vacaciones por Inglaterra. En Berkshire vio a un lechero que llevaba un blusón blanco y se enamoró al instante. Quiso comprárselo, pero el hombre dijo que no. Sin embargo, la llevó a la tienda donde los compraba y ella hizo que le enviaran uno a Londres. También se los ponía para trabajar William Morris, el líder del movimiento Arts and Crafts, y los pintores prerrafaelitas, partidarios de ropajes anchos que vestían con una cierta teatralidad. Artistas como Dante Gabriel Rossetti empezaron a vestir a las modelos de sus cuadros con vestidos de tipo arcaico y, más tarde, los adoptaron también sus esposas. Tenían las mangas anchas, estaban teñidos con tintes naturales y a menudo lucían técnicas de labor complejas, como el nido de abeja. Este estilo, que se hacía llamar «vestido artístico» y que se hizo popular en círculos intelectuales en torno a la década de 1860, se transformó dos décadas después en algo distinto y mucho más lujoso, como los vestidos infantiles de telas costosas; sin embargo, los blusones siempre conservaron un aire bohemio. En torno a 1917, varias mujeres artistas que vivían en el Greenwich Village de Nueva York adoptaron el blusón como vestido de diario; una de ellas era Jessie Tarbox Beals, una de las primeras fotorreporteras.

Ellen Terry como Lady Macbeth en el retrato que le hizo en 1889 John Singer Sargent y que se conserva en el Tate Britain.

Siguiendo con el aura campestre de la prenda, los hippies volvieron a valorar el smock en los años 60 y 70 del siglo XX, sobre todo porque permitía hacer vestidos y blusas fluidos con telas estampadas. Su uso se hizo cada vez más sofisticado y llegó a formar parte de algunas colecciones de grandes modistos como Yves Saint Laurent y Givenchy. «La técnica también atrajo a los diseñadores japoneses de los años 70, como Kenzo», observa Toplis en su libro.

Vestido de Yves Saint Laurent

¿Y qué pasa con el punto de abeja en la actualidad? Según la autora, Molly Goddard ha conseguido que el nido de abeja vuelva a ser relevante y ha generado una nueva silueta; la ligereza de sus vestidos de tul son muy atractivos y nos recuerdan a la infancia. El hecho de que el nido de abeja vuelva a estar de moda desde hace un par de años tiene que ver con la nostalgia y el deseo de recuperar las técnicas artesanales, hoy olvidadas en su mayoría. Muchas marcas han incorporado este tipo de fruncido. Un ejemplo pueden ser Dior, Gucci, Hermes, pero también Zara, H&M y Uniqlo.

Este retorno a los orígenes, a una moda que retoma, como en el caso del punto smock, los bordados que hacían nuestras abuelas con paciencia, minuciosidad y amor al trabajo bien hecho, tal vez nos indica que el camino a seguir es el de los artesanos de antaño, cuando cada pieza era elaborada prestando atención a cada detalle, a cada puntada, a cada pliegue, para hacer de cada vestido, de cada blusa, de cada bolso, una pieza única e irrepetible.

Vestidos de novia de Molly Goddard.

En el taller Muysca queremos recuperar este bonito arte y es por eso que tenemos preparado un monográfico de introducción al bordado nido de abeja, que como habéis visto se puede aplicar a infinidad de prendas, os invito a participar en este curso y compartir en el taller una mañana de ¡café y bordado!

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